Jorge Corrales es escritor, guionista y vecino de Leganés. Aunque lleva años trabajando en el mundo de la narrativa y el cine, se define como un “escritor de extrarradio”, alejado de los grandes círculos literarios y orgulloso de sus raíces. Su conexión con Leganés es profunda: creció entre las bibliotecas de Rigoberta Menchú y Julián Besteiro, y defiende que ser de Leganés es una forma de mirar el mundo. Ahora, vuelve a la ciudad con su segunda novela, El escritor y la espía, un relato que aúna literatura accesible, reflexión profunda y el compromiso de crear referentes culturales desde la periferia.
¿Qué supone para ti?
Me hace muchísima ilusión venir y ver esto lleno de gente. Me he acercado ahora a la Biblioteca que hay un cartel puesto, y me encanta porque yo era de esos estudiantes que iba a estudiar a la biblioteca y he crecido entre la Rigoberta Menchú y Julián Besteiro.
Estoy contentísimo con poder colaborar un poco a que Leganés tenga su centro de cultura.
Y colaborar en que Leganés tenga referentes culturales de aquí.
Sí, yo siempre digo que soy un escritor de extrarradio, y no solo como lugar geográfico. Nunca me he tenido contactos ni me muevo por círculos de escritores, que los hay. Lo que me he ganado, me lo he ganado yo gracias a la gente que me lee.
Para mi ser de Leganés va más allá de pertenecer a un barrio. Te bate y te hace ser de una manera concreta. Tengo un amigo músico, también de Leganés, que dice que nosotros, como con el abono transporte, todo nos cuesta el doble siempre pero ahí estamos y no vamos a dejar de luchar.
Estamos hechos de una pasta distinta…
Sí, es saber que se te van a cerrar las puertas. Hay mucha gente que cuando se le cierra una puerta se viene abajo y no siguen. Para la gente de Leganés no hay esa opción, sabemos que las puertas están cerradas y hay que darle patadas hasta que se abra una.
«Necesito la escritura para saber quién soy»
¿Te has encontrado con más gente así en el mundo literario?
Hay una visión de que somos ciudadanos del mundo y todos iguales, y es mentira. Yo he vivido en Berlín muchos años y la cultura, la forma de entender el mundo y de hablar, te hace sentirte en casa en determinados lugares. Y no tiene que ver con el nivel adquisitivo o los orígenes, es una forma de haber vivido la vida que te conecta con esa gente. Para mi es mucho más sencillo hablar de ese punto de vista. Eso me pasó con Pedro Torrijos, que es otro autor y es de Villaverde.
Tenemos valores muy similares, sabemos lo que cuesta algo y sabemos lo que hay que lucharlo. Yo soy muy ambicioso en tanto en cuanto que quiero más pero sé lo que cuesta llegar hasta aquí y no lo doy por supuesto pero hay mucha gente que sí.
Tu primer libro derivó del éxito de tus hilos en redes sociales, ¿qué te impulsó a hacer una segunda novela?
Lo cuento en la novela. Llevo escribiendo desde los 14 años y he tenido periodos en los que no he escrito nada porque estaba bloqueado pero es una necesidad. En mi intimidad soy una persona que no suele expresar lo que siente y necesito la escritura para poder hacerlo y saber quién soy. Hasta que no lo pongo por escrito no sé bien lo que pienso y lo que siento.
La escritura creativa, clave en la formación
Es una forma de entender el mundo.
La escritura tiene algo que es que tenemos tiempo para generar una opinión y un pensamiento, cosa que el hablar no nos permite. Nuestro cerebro funciona de otra forma. Me da mucha pena que en la enseñanza esto no se enseñe.
Tuve una profesora a la que pedía que me enseñara literatura y ella me decía: ‘Lo haría encantada pero en el currículum no viene que sepas escribir literatura’. La mayoría de la sociedad no sabe escribir en tanto que realiza un pensamiento activo a la vez que escribe. Cuando doy las primeras clases lo digo: ‘no estás escribiendo, estás hablando con la mano’.
La gracia de ‘El escritor y la espía’ está ahí, en que cuando lleguen al final, en la última línea, se den cuenta de que dentro de la novela hay más novelas. Que esa lectura que han hecho, les recoloque la lectura que han hecho desde el final. Fue mi idea desde el principio.
Se da por sentado que la escritura es la representación gráfica de lo que hablamos, pero cuando escribimos de verdad, se piensa de otra forma, con otras partes del cerebro y se llega a una reflexión que es mucho más profunda y mucho más estructurada. Nos ayuda para conocernos mejor y saber mejor lo que estamos pensando y desarrollarlo. Y esto sería muy bonito que llegara a los colegios.
Hablábamos con Mario Eme esto mismo, que tiene un proyecto de talleres de escritura creativa en colegios e institutos, y es una pena que tenga que hacer en extracurriculares en primaria y secundaria…
Y en estudios superiores… Yo trabajo en la Escuela de Escritores y ahora hemos sacado una Ley de Enseñanzas Superiores en la cual la Escritura Creativa forma parte del currículum de grados superiores, porque estaba fuera dado que se consideraba que era un arte menor. Como va tan ligado a la Lengua se piensa que forma parte, y no lo es, es un arte como otro más.
Creo que se confunde la técnica con el oficio: todos sabemos reconocer lo que está bien escrito pero es muy difícil llegar a hacerlo. Ante esa dificultad, parece que es mejor que los jóvenes escriban cosas sencillas para que les salgan bien y estoy en contra de eso. Cuanta más ambición tienes, más te hace crecer en cualquier campo artístico. ¿Te va a quedar mal? Probablemente pero te va a ayudar a crecer. Los resultados no importan, importan los procesos creativos.
Se da por sentado que la escritura es la representación gráfica de lo que hablamos, pero cuando escribimos de verdad, se piensa de otra forma, con otras partes del cerebro y se llega a una reflexión que es mucho más profunda y mucho más estructurada
Si un chaval quiere ser el próximo Saramago, déjale que fluya y se equivoque mil veces porque será más beneficioso a que haga un comentario de texto sencillo y que lo pueda hacer bien. No estamos acostumbrados a enfrentarnos a grandes problemáticas artísticas y fracasar y de los fracasos se aprende mucho más. Te lo digo yo que he fracasado mucho. Se tiende a llegar a un término medio en la escritura para que lo hagan bien, pero creo que no.
Esos chicos que hacen rap y hip-hop lo hacen porque no tienen otra salida artística. Yo lo tuve, soy del Trabenco y tenemos una larga tradición literaria. Estoy cien por cien seguro que si los profesores, a los cuales dedico el libro, no me enseñaron literatura, yo no sería escritor hoy en día, ni mis compañeros se hubieran acercado a la escritura.
Un escritor del mundo del cine
Además de novelista eres guionista, ¿cómo afecta esto a tus novelas?
Mi proceso creativo literario está totalmente teñido del mundo del guion. Son dos mundos diferentes con las mismas herramientas. Soy un escritor mestizo que me dejo guiar mucho por la fluidez y que no pierdo el pulso y el ritmo que son cosas que he aprendido del mundo del guion.
Para mi ser de Leganés va más allá de pertenecer a un barrio. Te bate y te hace ser de una manera concreta. Es saber que se te van a cerrar las puertas
Me dicen que mis novelas son muy cinematográficas, pero no. En pantalla no funcionarían. Pero yo utilizo un estilo muy limpio, muy claro que permite que la acción fluya muy rápido porque son técnicas de guion. No sabría escribir una novela más densa. Podría pero no me sale, por mi formación.
Al ser novelas más rápidas y sencillas, enganchan mucho más y de ahí tu gran éxito.
Sí pero está mal visto por determinada parte del mundo literario, porque es una forma, para ellos, más sencilla de escribir. Y es mentira. Pero hay gente crítica literaria que lo que quiere es enfrentarse a nuevos planteamientos técnicos y estructurales. Y no lo hago porque es cerrar las puertas a muchos lectores al arte. Lo que hago es que acoplo la técnica para que parezca sencilla a pesar de que el fondo, para mi es más denso.
Hay mucho clasismo en este tipo de críticas…
Sí, y lo entiendo. Soy un cinéfilo empedernido, más que lector, y cuando has visto mil veces la misma película, te apetece que te reten. Lo entiendo. Pero no puedes pedir que todo esté a un nivel tan elevado que no haya por debajo.
Esta novela está pensada para que tuviera baja cultura y alta cultura. Está llena de referencias literarias, tiene una reflexión profunda sobre el hecho de escribir y a la vez es una novela fluida con la que te puedes reír. Para mi, ojalá, pueda aunar los dos lectores.
Los tres finales de ‘El escritor y la espía’
En mi intimidad soy una persona que no suele expresar lo que siente y necesito la escritura para poder hacerlo y saber quién soy. Hasta que no lo pongo por escrito no sé bien lo que pienso y lo que siento.
Tiene varias capas. ¿Sería para leer dos veces: una más rápida y otra parándote en los detalles y las referencias?
La gracia está ahí, no tanto que la lean dos veces pero que cuando lleguen al final, en la última línea, se den cuenta de que dentro de la novela hay más novelas. Que esa lectura que han hecho, les recoloque la lectura que han hecho desde el final. Fue mi idea desde el principio. Las novelas de espías siempre tienen un giro final que va más allá de la sorpresa final, sino que ‘ha habido cosas que te has perdido, y que tienes que recordar para entender’.
Cojo la estructura de una novela de espías para hablar de otros temas. El lector que quiera leer una novela de espías la va a leer, y el que quiera encontrarse muchísimas más capas profundas también lo va a encontrar.
¿Cómo lo haces para pensar esto?
Soy un escritor que lo tiene todo muy atado. Hay gente que parte de la nada, incluso de novela negra, cosa que admiro, pero yo suelo tener todo esquematizado, lo que no implica que tenga que reestructurar. Esta novela la tenía muy atada, llegué al final, no me gustaba, y reescribimos, con la ayuda de mi editor, y lo hicimos dos veces. El final lo encontramos en la tercera reescritura. Creo mucho en los procesos y cuanto más se trabaja en la novela, mejor sale, y para eso se necesita tiempo y confianza, algo que es difícil de conseguir. Pero en este lo tuve.