Primera hora de la mañana, en su despacho de una clínica mental el doctor Prentice realiza una entrevista de trabajo a Geraldine, joven candidata a secretaria, pero el prestigioso psiquiátrica se interesa por algo más que por las capacidades laborales de la encantadora muchacha a la que pretende someter a unas extravagantes pruebas físicas. En ese momento entra súbitamente en la consulta la señora Prentice que viene de pasar un fin de semana con un colectivo de lesbianas. Este es el inicio de ‘Lo que vio el mayordomo‘, la comedia que este sábado llegará a Leganés, hoy hablamos con sus protagonistas.
En Lo que vio el mayordomo interpretan al matrimonio Prentice, regente de un hospital psiquiátrico, ¿cómo definiríais a vuestros personajes?
Pep Munné: Yo soy el doctor Prentice, un psiquiatra aficionado a las jovencitas que se presentan a secretarias, tiene una mujer que es ninfómana… es decir, tiene sus locuras sexuales. Al principio de la función intenta hacerse a una chica que llega para ser secretaria y le sorprende su mujer. Para esconder la realidad empieza el equívoco, entra un inspector psiquiátrico, que está más loco que nadie y ahí empieza toda la confusión. Es la ceremonia del caos, la confusión, donde nadie sabe qué es… todo de una forma muy hilarante, divertido y muy agudo.
Marta Belenguer: A mí, como ha dicho Pep, Prentice me define en la tercera línea como «mi mujer, básicamente, es una ninfómana» [ríe] pero eso es parte de esa relación tan extraña él y yo, bueno, y todos los personajes de la obra porque es una comedia disparatada que tiene enredo, confusión, equívoco, cambios de sexo… Básicamente a todos nos mueven nuestros instintos muy básicos pero luego tiene un nivel del lenguaje muy ácido y todos los personajes nos decimos super barbaridades unos a otros desde nuestro estatus de burguesía inglesa.
La comedia comienza mientras el doctor Prentice entrevista a su nueva secretaria, lo que se convierte en una escena un tanto extraña, ¿qué es lo más extraño que os ha ocurrido en un casting?
P.M.: ¿A mí? [ríe] creo que cualquier cosa que te pidan hacer en un casting sin previa preparación es una locura. Bueno, me llegaron a pedir una escena de amor sin nadie delante. Cosas así muchísimas.
M.B.: Los castings de por sí son tan frikis… Cosas raras no me han pedido pero se crean situaciones de que tú llegas con una idea y de repente te lo cambian todo o que le tienes que hablar a una pared porque no tienes compañero y te llega la voz… En sí el casting es una cosa muy rara.
P.M.: Pero yo creo que raramente sirven para algo. Una vez conseguí un trabajo muy importante a través de un casting pero sucede muy pocas veces porque el director ya tiene pensado quien lo va a hacer. En cualquier caso quieren ver a alguien que lo haga muy parecido a quien ellos quieren, que imites a alguien al final porque es lo que tienen en mente. Es muy complicado.
A usted [Pep Munné], le ofrecieron hace unos años el papel de botones, ¿cómo fue?
P.M.: ¡Sí! Me lo ofrecieron cuando lo dirigía Aventura Pons, a principios de los ’80, pero no pude porque tenía otra cosa. Por eso ahora que me la volvieron a ofrecer sentí curiosidad.
Entre los dos, ¿con cuál se quedaría?
P.M.: Con el que ahora, claro. Siempre el que hago [ríe]. Siempre para un actor el personaje que haces ahora es el que te tiene que enamorar y obsesionar y eso ocurre siempre que eliges bien.
¿Y entre todos los personajes?
P.M.: Hay un papel muy brillante que es el del inspector psiquiátrico que está muy muy loco. Todo lo que ocurre lo lleva a su terreno para afirmar su teoría y es muy divertido. Y el que hago es un personaje maravilloso para un actor. Tiene todas las aristas y es muy divertido, muy cansado pero funciona.
M.B.: Todos los personajes tienen algo. Hombre, el doctor Rance, el inspector, [Luis Fernando Alvés] es el más descabellado y es muy divertido de interpretar pero todos tienen su cosa, no sabría cuál elegir [ríe].
Habéis hecho todo tipo de personajes, protagonistas, secundarios, de drama, comedia… pero ¿qué personaje de los que queréis hacer aún se os resiste?
P.M.: ¡Muchísimos! De los que ya se me han pasado los años para hacerlo, incluso. Me hubiera encantando hacer Hamlet por lo que cuenta, y eso no lo hice en su momento. Otro personaje que aún estoy a tiempo pero no creo que haga ya es Macbeth, me parece soberbio y al que entiendo muy bien. Y antes de morir quiero hacer al Rey Lear.
M.B.: Yo ahora estoy felicísima con mi personaje de forense en Bajo sospecha, es mi primer papel dramático en televisión y estoy feliz. Me gustaría que creciese. Siempre he querido hacer de policía investigadora, me encanta, me hace mucha ilusión. En televisión, poder hacer un personaje y desarrollarlo es muy chulo. Ojalá funcione y mi personaje tenga muchas tramas porque estoy disfrutando mucho.
¿Cómo es grabar sin saber quién es el asesino?
M.B.: Es muy emocionante porque lees los guiones con emoción para saber qué pasa [ríe]. Me parece un buen método para nosotros a nivel profesional. De repente, claro, hay momentos en los que señalas al compañero diciendo ‘eres tú’ [ríe]. Hay un ambiente maravilloso con muy buenos profesionales y es un engranaje perfecto que funciona muy bien.
La obra, a pesar de ser de los 60 se mantiene de actualidad, ¿a qué se debe?
P.M.: La obra es absolutamente actual. El autor, Joe Orton, ya en su momento fue un absoluto escándalo, toda la moral burguesa británica se vio zarandeada por sus obras aunque él murió y no pudo ver el estreno de ‘Lo que vio el mayordomo’. Yo creo que la obra está en plena actualidad, hablamos de cosas que se han superado y otras que aún no.
M.B.: Yo creo que Joe Orton fue moderno para la época. Él era un hombre que venía de los suburbios, homosexual… Cuando él empieza a escribir creo que empieza a criticar todo lo que él ve que no funciona como la Iglesia y la política. Esa visión de guardar las apariencias sigue siendo actual. Creo que es una obra que tiene muchas lecturas, una sencilla para todos los públicos -incluso mis hijos, que son muy pequeños, la vieron un día y les hizo mucha risa- pero luego tiene un texto absolutamente mordaz que a lo mejor a gente se le escapa o no le interesa, pero creo que es una obra muy interesante.
P.M.: Aún hay muchos tabús sexuales, la homosexualidad no se ha normalizado por mucho que digamos, ahí está en los colegios… y la psiquiatría, el autor la detesta y ahora estamos en una época en la que la psiquiatría está frente a todo. Hay más niños locos ahora que nunca en la historia gracias a sus diagnósticos. Todo esto no se ha superado. Está bien que de vez en cuando haya una persona lúcida que con mucho humor lo haga ver.
Del panorama actual, ¿a quién metería en un psiquiátrico?
P.M.: Pff, no lo sé porque los que parece que están locos no lo están en absoluto y el problema no lo resolvería el psiquiátrico, lo resolvería la cárcel probablemente. Estamos en manos de delincuentes sólo que de guante blanco y no se les llama así. Pero en todas partes, no sólo en España, y son los que nos dirigen además.
M.B.: No les metería en clínicas psiquiátricas porque yo creo que un poco de locura siempre viene bien para no volverse loco del todo. El problema es que hay mucha gente que reprime y guarda las apariencias, intentan ser lo que no son, engañan, y al final y es peor. La mayoría de actores estamos más sanos que muchos políticos porque nos permitimos volvernos un poco locos y hacer cosas que no nos permitirían en la vida. Les daría clases de expresión corporal. Hay que ser menos estrictos, hacer locuras, más flexibilidad, ¿no?
¿Está la gente preparada actualmente para volver al teatro a reír otra vez?
M.B.: La gente necesita reírse, no me estoy inventando nada nuevo, en El nombre de la rosa con los libros prohibidos ya se hablaba de eso. La comedia es una vía de enseñar y aprender muchísimo más efectiva que cualquier otra. La gente puede reírse, aprender y pensar… Es muy necesario reírse.
P.M.: Yo creo que sí. Y aunque sea llorar, el teatro es siempre más catártico que una película si está bien hecho. El teatro sirve mucho a esto, ahí está todo, tú puedes llegar y sentir esta sensación catártica que te quita todo de encima sea llorando o riendo, el teatro vive por eso. La gente volverá y si quitan el 21% de IVA y las entradas pueden ser más asequibles la gente volverá, tiene que darse cuenta y sales muy bien.
Y, para finalizar, ¿por qué tiene que ir el público a ver esta obra? ¿Qué se van a encontrar?
P.M.: ¡Porque salgo yo! ¡Habrase visto! [ríe] Se van a encontrar una función muy divertida, una locura y se les va a pasar el rato volando, y encima les va a hacer pensar un poquito y eso está muy bien. Van a descubrir un autor muy inteligente que está en el límite casi de lo permisible.
M.B.: Tienen que tener la idea de que se lo van a pasar muy bien, de que se van a reír muchísimo pero que si escuchan el texto atentamente van a salir con algo en que pensar. Invito a la gente a que investigue un poco la biografía de Joe Orton porque es muy inquietante y atractiva. Y así que vayan con un poco más de información para acceder a esos niveles de irreverencia que tenía que están más en el lenguaje y en la crítica de este autor.