Un salón de actos que se quedaba pequeño acogía este viernes el acto adelantado por el 25N en Leganés. Colectivos sociales, partidos políticos, sindicatos, sociedad civil… todos se congregaban en el Ayuntamiento de Leganés con un único fin: condenar la violencia de género. Y es que en lo que va de año han muerto 40 mujeres a manos de sus parejas o ex parejas y 10 menores ha manos de sus padres.
En esta edición el acto de Leganés se ha querido centrar en eso, en los menores, y es que ha condenado la llamada violencia vicaria. Una violencia que, en palabras del alcalde, Miguel Ángel Recuenco (PP), «no tiene justificación posible ni explicación alguna».
«La violencia vicaria deja cicatriz», apuntaba la concejala de Igualdad, Almudena Jiménez (PP), cicatriz que hay que «reconocer, visibilizar y prevenir» y que hace que «las mujeres que la sufren estén atrapadas». «Sabemos que se puede hacer más y se puede hacer mejor», subrayaba.
Un machismo estructural
Ambos representantes del Partido Popular coincidían en reconocer que esta violencia de género se daba por «una desigualdad estructural que no conseguimos erradicar». Además, el alcalde reconocía que «la violencia impacta a las mujeres en todas las etapas de su vida». De hecho, Almudena Jiménez hablaba de «la deshumanización que se alcanza cuando se hace de menos a la mujer», que alcanza una «absoluta crueldad» cuando va «en contra de los hijos e hijas».
Precisamente sobre este dolor estructural se hablaba en el manifiesto del Consejo de Igualdad del Ayuntamiento de Leganés: «La violencia vicaria no es un fenómeno aislado, sino que se enmarca dentro de un problema estructural y nuclear de nuestra sociedad, el patriarcado y el machismo, que permite que el control, la dominación y la crueldad se perpetúen dentro de los hogares; donde la violencia machista y, en especial la violencia vicaria, es invisible para muchas personas, e insoportable para quienes la sufren».
La emoción de la fuerte reivindicación
El manifiesto fue leído por dos miembros del consejo sectorial, madres, que no pudieron evitar que la emoción les resquebrajara la voz cuando leían lo que se solicita: más medios, más prevención y ser escuchadas en el ámbito judicial.
«Las madres maltratadas se ven obligadas a compartir la crianza de sus hijas e hijos con sus agresores, viendo como en algunas ocasiones, durante la práctica de las visitas éstos siguen sufriendo violencias tanto psicológicas como físicas, sin que se considere el riesgo que esto supone para las y los menores y para ellas mismas», añade el manifiesto.
«Rompamos este círculo de dolor, exigiendo justicia, protección y una vida digna para todas las mujeres y sus hijos e hijas. Porque no se trata solo de sobrevivir, sino de vivir libres de miedo, para nosotras y para nuestras familias. ¡Basta ya de violencia contra la mujer! ¡Basta ya de violencia vicaria! ¡Ni una más!».