Luisa Martín (Madrid, 1960) habla en titulares sin proponérselo. Actriz de teatro, cine y televisión desde hace más de cuatro décadas, ha dado vida a personajes inolvidables en series como Médico de familia, Servir y proteger o B&b. Pero si algo la caracteriza -además de su capacidad para interpretar personajes que van desde la comedia al drama, pasando por las biografías- es su ilusión al hablar de su profesión.
Con frases como “Los personajes son como los hijos, los quieres a todos por igual”, se entiende de inmediato su forma de mirar el oficio. La actriz, que confiesa sentir “un gran cariño” por Leganés, volvió recientemente a la ciudad para representar Malditos tacones en el Teatro José Monleón.
Defiende con firmeza que la cultura debe llegar a todos los rincones, porque para ella, “el teatro forma parte de la vida y el teatro se nutre de la vida”: un arte que puede reivindicar, emocionar, hacernos reír o permitirnos desconectar en mitad de nuestros propios problemas. Y eso -dice- es algo que merece cualquier público, viva donde viva.
Empezaste a formarte en interpretación a los 17 años, ¿Recuerdas el momento en el que supiste que querías dedicarte a ello?
Luisa Martín. Yo ya lo sabía de antes. De hecho, en mi casa parece ser que todo el mundo lo tenía claro desde que yo tenía tres o cuatro años. Y sí, recuerdo el momento exacto en el que yo decidí que quería hacer interpretación.
Estaba viendo la televisión, y recuerdo una escena en la que a Ana María Vidal le sacaban un primer plano mientras actuaba, debía ser Tres Hermanas (de Antón Chejov) o un texto de Tolstoi o Dostoievski. Me acerqué a la pantalla de la televisión y dije: “Yo quiero hacer eso”.
Debía tener 11 o 12 años, quizás algo menos. Pero mi familia ya lo sabía, mi padre escribió en una fotografía que me hizo con apenas cuatro años “Mi cómica hija María Luisa, tienes madera de actriz, ¿pero será bueno eso para ti?”. Así que si, parece que no había dudas. Mi hermana mayor siempre me recuerda la suerte que tengo por haber sabido lo que quería ser desde pequeña.
Los personajes son un poco como los hijos. Tú los quieres a todos igual
Has trabajado en teatro, televisión y cine durante más de cuatro décadas. ¿Qué te sigue emocionando del oficio después de tantos personajes y formatos?
L. M. Me sigue emocionando que alguien piense que yo puedo interpretar un personaje y que me llame para hacerlo. Me apasiona mi trabajo: disfruto en televisión, en teatro o en cine. El medio no importa; lo verdaderamente importante para mí es que me ofrezcan un personaje en el que sumergirme y trabajar junto al equipo que lo crea.
Has formado parte del elenco de series muy reconocidas como Médico de familia o programas como Un, dos, tres… responda otra vez. ¿Coinciden tus mejores experiencias interpretando con tus papeles más queridos?
L. M. Los personajes son un poco como los hijos. Tú los quieres a todos igual, lo que pasa es que algunos pues te salen más peleones, otros más divertidos… Entonces siempre tienes sensaciones diferentes con cada personaje, pero eso no quiere decir que quieras más a unos que a otros, yo los quiero a todos por igual y me siento muy orgullosa de todo lo que he hecho.

Además, yo tengo siempre una regla: para que yo acepte hacer un personaje tiene que ser diferente al anterior. Lo he hecho siempre y lo sigo haciendo, y es una maravilla porque consigo no encasillarme, no solo de cara a los demás, sino a ti mismo. Cuando actúas muchas veces acabas haciendo lo que se te da bien. Si haces un personaje que ha tenido éxito y después haces otro parecido, estás repitiendo, y eso resta mérito a la interpretación. Porque lo importante aquí no soy yo, lo importante son los personajes.
«Ni puedo, ni quiero, ni debo elegir entre cine, televisión o teatro»
Con tantos años de experiencia en cine, teatro y televisión, ¿qué te aporta el teatro que no te da la gran pantalla, y qué te aporta el cine o la televisión que no encuentras en el escenario?
L. M. La satisfacción de interpretar es la misma, encarnar un personaje es el verdadero privilegio; esa es la magia de nuestra profesión. Encarnar a alguien que no eres tú, y darle la suficiente credibilidad y verdad como para que el público se lo crea, eso es lo más importante. Pero lo que aporta cada medio es diferente.
La televisión es pura inmediatez: te aprendes el texto, sales, lo haces y vas a otra cosa. Es muy muy rápido en general, y te hace mantenerte muy alerta en todo. El teatro por ejemplo también te mantiene alerta: encima del escenario tienes que estar con los cinco sentidos, siempre puede pasar cualquier cosa. Pero sigue sin ser lo mismo, es una alerta diferente.
El cine es quizá el medio en el que menos dueño eres del personaje, porque tiene un papel muy importante el criterio del director, el criterio de los productores, por donde quieren llevarse el personaje… Puedes saber hecho unas secuencias fantásticas, pero luego las pueden quitar en el montaje o las acortan. Al final el que tiene la llave del montaje es el que tiene la llave del personaje. En el cine tienes que tener mucho poder para que no te pase eso.
¿Podrías elegir entre cine, televisión o teatro?
L. M. Ni puedo, ni quiero, ni debo. No, no quiero elegir en absoluto. Me apasionan los tres mundos porque además hay gente muy diferente. Es muy curioso, somos de la misma profesión, pero luego hay gente muy diferente y los comportamientos profesionales son muy diferentes en un medio y en otro. No, no quiero elegir.

En tu carrera has interpretado personajes muy distintos, desde comedia hasta drama y biopics; parece que no hay género que no hayas tocado. ¿Hay alguna faceta interpretativa que te siga apeteciendo explorar o que sientas pendiente?
L. M. Pues muchísimas, supongo, porque todo está en constante evolución. Hace poco tuve una experiencia maravillosa. Ya he trabajado a veces con caracterización, pero ahora estoy preparando un personaje para una serie, un true crime, en el que tengo que envejecer hasta los 80 años, y es increíble lo que se hace ahora para conseguir esa apariencia.
Es una experiencia importante porque tienes que actuar con naturalidad debajo de un montón de piezas, y a pesar de haber trabajado con látex o prótesis, nada como lo que he hecho en esta serie. Eso es evolución. Sabes que hay profesiones que no están inventadas y yo como quiero vivir muchos años, pues a lo mejor me toca hacer algo completamente diferente. No tengo ni idea porque la imaginación de un artista es insondable.
«Hay que tener mucho cuidado con lo que se cuenta»
En varias entrevistas has mencionado tu compromiso ético al elegir proyectos.
L. M. Eso es lo más importante. El ejemplo más claro es que yo puedo interpretar un personaje de una persona nazi siempre que la lectura final de esa película o de esa función de teatro sea una crítica al nazismo. Jamás podría hacer apología del nazismo con mi personaje; puedo interpretar un personaje de una nazi, a la que se comprenda y se entienda por qué ha llegado a eso, pero jamás se intervendría en una función en la que se hiciera apología del nazismo.
Yo puedo participar en una función en la que haya una denuncia de comportamientos machistas y yo misma tenga un comportamiento machista, pero se tiene que denunciar, porque jamás voy a hacer una función que sea machista o que ensalce los valores machistas.
Hay que tener mucho cuidado con lo que se cuenta y con lo que se dice porque tenemos mucho poder. Se está viendo que lo que sale en televisión tiene mucho poder. Los actores no tanto porque nos toman menos en cuenta, pero yo no me voy a arriesgar a lanzar un mensaje que no crea que es bueno para la sociedad.
Estás de acuerdo entonces en que hoy en día sigue muy marcada la relación entre la interpretación, ya sea teatro, cine o televisión, y la sociedad.
L. M. Claro. es que el teatro forma parte de la vida y el teatro se nutre de la vida, al igual que el cine y la televisión. Yo creo que cuando hay verdadera calidad en el arte es cuando refleja problemas y aporta algo a la sociedad. Pero, además, también es un medio muy necesario para hacer feliz a la gente. Muchas veces la gente tiene problemas y va al teatro y gracias a asistir a un evento que es único e irrepetible -o a una película que la puede ver las veces que quiera en bucle- se olvida de sus problemas durante un rato o se ríe, y eso es muy sano.
«Tengo un gran cariño a Mario de las Sagras y a Leganés»
El pasado 31 de octubre actuaste aquí en Leganés con Malditos Tacones, ¿cómo viviste la acogida del público del Teatro José Monleón?
L. M. Me acuerdo perfectamente de aquel día. Para mí Leganés es importante. En Leganés me dieron hace unos años el Premio Independiente, y ahí conocí a una persona que se ha convertido en una constante y fundamental en mi vida, Mario de las Sagras. Además de ser una persona con muchísimo talento, es un ser absolutamente maravilloso. Le conocí en esos premios y nos hemos hecho muy amigos, colaboramos y me ha vinculado mucho a la ciudad. Hemos hecho juntos muchas cosas, y por eso yo tengo ya un gran cariño a Leganés.

Y por supuesto me acuerdo perfectamente del día que estuvimos con Malditos Tacones. Fue una función muy emotiva porque sabía que estaban mis amigos en el patio de butacas, lo disfruté muchísimo. Además, la acogida del público fue fantástica, a la gente le encantó la función.
La cultura tiene que llegar a todas partes. Tiene que llegar a Leganés
¿Crees que es necesario que iniciativas como A Escena aquí en Leganés permitan traer espectáculos que llenan teatros en Madrid y pocas veces vemos fuera de la capital?
L. M. La cultura tiene que llegar a todas partes. Tiene que llegar a Leganés, tiene que llegar a Móstoles, tiene que llegar al centro de Madrid y tiene que llegar al último pueblo de España porque la cultura es fundamental, es una ceremonia. Entonces, eso es importante. Nosotras estamos de gira y estamos yendo a muchísimos sitios. El otro día estuvimos en un pueblo muy pequeñito de la Sierra de Cazorla y es una maravilla ver el esfuerzo que han hecho en ese ayuntamiento para que tú vayas, y luego la emoción de la gente por ver una función que ha estado en Madrid y ni imaginaban que podían a ver. Hay que ponerlo fácil.








