‘En tierra de asfalto’ – exposición de Enrique Gallego
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«En tierra de asfalto» surge de un viaje. De una vida. De la del pintor Enrique Gallego entre 2019 y 2023. Años de cambios recogidos en cuadernos que le ayudan a ver. Y a ser. La pandemia. Estados Unidos. Filomena. Fragmentos del camino compartido que nos permiten regresar ahora a esos espacios y tiempos, viajando por ellos, recordando, cambiando; a través de esta tierra de asfalto que cambia al tiempo que nosotros lo hacemos.
Es un miércoles de octubre por la mañana y la luz ha empezado a tejer su camino por el suelo de la habitación. Creando nuevos espacios. Dando vida a nuestros cuerpos. «Para mí pintar es como vivir, como continuar viviendo», me explica Enrique mientras se acomoda junto a la ventana. Y en ese vivir, el color de su mirada da forma a lo sentido.
Influenciado por los vivos colores de los pintores italianos, pasando por los fauvistas hasta llegar a Hopper y a Hockney, el tratamiento colorista se ha convertido en una seña de identidad de sus cuadros. Una visión con lenguaje figurativo que requiere de su propia corporeidad, de su psique experiencial, para poder ser. Como los pintores impresionistas, él dice necesitar la realidad para poderla plasmar, pues la imagen va mucho más allá de lo visual, y es su atmósfera la que le seduce al dibujarla.
Me acerco a la ventana y me señala hacia el otro lado del cristal, donde las formas oscuras de los árboles han empezado a crecer sobre la fachada del edificio de enfrente, como sombras chinescas en medio de la caverna. «Esa luz que da sobre la fachada, y esa sombra, están formando la pintura», me dice. En un mundo de asfalto, entre resquicios de tierra, no vemos el árbol sino su sombra.
Movido por esa búsqueda del color a través de los contrastes de luz, los entornos urbanos pronto se situaron como un espacio a explorar en la obra del pintor. Quizás como parte de esa fascinación por la llegada a la gran ciudad siendo tan solo un niño. Aeropuertos, estaciones y carreteras, pueblan sus dibujos. Vías de (des)conexión entre ciudades. Londres. Nueva York. Tokio. Madrid. Reflejos de una sociedad que avanza cada vez más rápido, entre los que emerge también la naturaleza, reclamando su espacio enmarcado en lo urbano.
Aunque todo se detuvo al llegar la pandemia. La reclusión en nuestras casas, en nuestras mentes, convirtió a su estudio en su espacio para ser. Tubos de acrílico, espejos y lámparas, sustituyeron al asfalto y a sus gentes. En ese encierro, Enrique empezó a reflexionar sobre el propio acto de pintar, rodeado de las miradas de quienes le habían iluminado el camino. Lorena, Tintoretto, Vermeer, Masaccio. Como fantasmas habitando su estudio, su compañía le ayudó a seguir mientras el mundo se paraba fuera.
Texturas, colores, ritmos de luces y sombras. Elementos con los que Enrique busca plasmar esas realidades invisibles por no ser miradas. Lo íntimo de la naturaleza en el cardo. La ruptura de la movilidad en las carreteras de extrarradio. Y el tiempo. Porque al plasmar las estaciones Enrique no pinta estas, sino su paso. Espacios retornados en este viaje en espiral que todos hacemos. Repetido y a la vez cambiante. En nuestro paso por esta tierra de asfalto. Esta tierra, que tan solo deseas que se alargue.