Por segundo año consecutivo, el Club de lectura Rosa Luxemburgo, ha celebrado el Día Mundial de la Poesía en la Casa Municipal de la Mujer con la participación de poetas de la ciudad.
Al acto, organizado con la colaboración del Ayuntamiento y la presencia del alcalde Santiago Llorente, asisten Carmen González Marín, Begoña Montes, Paz Martín-Pozuelo, Eloísa Pardo, Modesto González, Antonio Daganzo, Marisa Vaquero, Santiago Gómez y Pedro Cordero. El Manifiesto por Mª Carmen Estévez Rebollo, presidenta de la Asociación ‘Beatriz Cienfuegos’ inaugura la mesa redonda para hablar sobre este arte. En el programa está incluida la participación de Federico Mayor Zaragoza sobre el “porqué la UNESCO aprobó celebrar el Día Mundial de la Poesía en 1999” pero no ha podido asistir.
Como el Retrato de Antonio Machado que comenzaba con “mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla”, en ocasiones hablan sobre la suya. Santiago Gómez con ‘Aquellas calles de entonces’ cuenta que éstas conducen a la risa de su infancia y nos deja versos como “el aliento del frío era una rosa helada y la tos de mi padre un hondo secreto”. Ricardo Rodríguez se define: “miradme, no soy un hombre fuerte, se me tuercen los brazos” y habla de su casa como una casa devastada. Encontramos anécdotas que marcaron vidas, como el poema de Eloísa Pardo a una niña que perdió la vida debajo de un autobús, “a veces he vivido por ti, te he recogido en mi memoria”. También sobre el tiempo y las horas “no te creas que vas a ser siempre joven, sé valiente y corre”.
A la infancia se le une el hogar, y al hogar, la patria. Modesto González hace homenajes a la memoria. Menciona a dos viudas de bandos diferentes en la guerra civil. A uno le enterraron en el cementerio y a otro en el descampado: “la guerra les enfrentó a pesar de ser hermanos”.
Hay un tono de nostalgia en Antonio Daganzo al afirmar que en la vida hay distancias, “jamás la espera fue tan luminosa” y también en Santiago al maldecir a James Dean, envidioso de que su antigua novia tuviera un póster suyo en la pared.
La convivencia de las artes
La música también está presente. Marisa Vaquero en referencia a Silvia Pérez Cruz –quien en el Goya a Mejor Canción en el 2017 cantara concluyendo ‘es indecente, gente sin casas, casas sin gente’- y como homenaje a Miguel Galván, nos narra: “qué más da su país y tu ritmo de jazz, su cantar me ha llevado a tu delgada sombra”. Por su parte, Antonio Dagazno le recita a Lili Boulanger -compositora francesa que falleció con tan solo 24 años- cercano, como si hubieran podido conocerse: “prefiero imaginarte llena de la salud que nunca tuviste”.
Sobre la vida, Paz Martín Pozuelo le dedica versos a una familia de refugiados, “caminar sin saber si nos encontrará la muerte o nos recibirá la vida”. Por su parte, Carmen González nos habla de intimidad “a media luz los dos, la vida es un sueño que nos mata”. Begoña Montes nos deleita con pequeñas piezas cargadas de metáforas: “Acelga deforme entre los dedos, escorzo” o “Después de tu batido de chocolate, vuelvo a mi paz de lechuga”.
Pero, sobre todo, la poesía sirve de medio como canto a la figura de la mujer. Paz le dedica versos a una mujer gitana con síndrome de Down que nació el mismo día que su hija. Pedro Cordero alaba a la mujer en cuanto a su figura, con fábulas con tono erótico o composiciones hechas en tres partes con once, ocho y seis sílabas. Marisa Vaquero dedica poemas a su hija y Santiago Gómez a su madre “qué sencillo es morir, sólo es cerrar los ojos o dejarlos abiertos para siempre”.
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