Celía Martín es vecina de Leganés y una de las ganadoras de la beca Max Mazín gracias a su ensayo autobiógrafico y sus altas capacidades. Hablamos con esta interesante alumna a la que la pandemia ha arrebatado el primer curso de universidad y la ceremonia de entrega de estas becas.
Con 19 años, Celia Martín, vecina de Leganés, es una apasionada de las ciencias y las artes por igual ya que «la ciencia sin las letras no son nada y sin el arte tampoco», y una de las ganadoras de la beca Max Mazín 2020 otorgada por la CEIM a alumnos de altas capacidades. Sin llegar todavía a creerse ganadora, hablamos con la joven estudiante: «Lo que nos diferencia de la media es que somos mucho más curiosos, si hay una pregunta que no sabes contestar, no se quedará sin contestar».
«Cuando me preguntan si es una ventaja o un inconveniente, dudo», asegura muy sincera, ya que tras varios tropiezos en el sistema educativo, la joven está empezando a ver ahora las ventajas de contar con un coeficiente superior a la media. «Cuando te van enseñando a manejarlo, manejar tus emociones o cómo te ve la gente, empiezas a ver las ventajas».
Y es que en su etapa educativa llegó a dejar de sentirse incentivada con los estudios ya que «eres alguien que está fuera del sistema» y tiene muy difícil adaptarse a él ya que muchos profesores llegan a ver en este tipo de alumnos una amenaza. «Si te sales del sistema por abajo es normal que te acerques a un profesor y te ayude; pero si es por arriba no es tan habitual», explica Celia Martín.
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Ahora, incluida en el Programa de Enriquecimiento Educativo (PEAC) de la Comunidad de Madrid, disfruta de un ambiente de trabajo muy diferente y motivador. «Todos se imaginan una clase obediente, sentados… no. Cuando entras en una clase del PEAC es muy probable vernos en el suelo con piezas de Lego desarrollando proyectos en grupos e intercambiando ideas. Entender una idea de un grupo del PEAC es complicado», asegura entre risas.
La química que se desarrolla con la pintura
«La pintura me ha acompañado casi desde que nací», asegura la propia Celia, «la pintura es lo que más me ha incentivado a seguir, lo que más he aprendido tanto personalmente como académicamente». Un arte que ha desarrollado bajo la batuta de Michiko Ono, pintora japonesa afincada en Leganés, y junto a la que prepara una exposición para el próximo año en nuestra ciudad.
«He conocido a muchísimas personas y a mí misma» preguntándose porqué elige los detalles que ha puesto en el cuadro que ha creado. «La pintura te enseña a verte por dentro», asegura Celia quien considera que «la pintura deja de ser del autor en el momento en el que se lo enseña a alguien» ya que cada persona tiene su propia interpretación de las obras, «es lo más bonito de las obras».
Pero lejos de lo que pudiera parecer, la estudiante es una apasionada de las ciencias y a ello ha querido enfocar su vida laboral. «Es un mundo en el que cabe todo: la ciencia sin las letras no son nada y sin el arte tampoco porque tienes que ser súper creativo». Y ello a pesar de que su relación con la ciencia comenzó con mal pie: «suspendí Física y Química en el instituto y eso me motivó. Me gustan los retos. Así que empecé a investigar y a acudir a todas las conferencias de ciencias a las que se me presentaba la oportunidad».
De esta forma comenzó a nacer un amor por la química que, de otra manera, es muy difícil desarrollar. «No es algo que te enseñen a valorar en el instituto, las asignaturas son muy generales; no te llevan a un museo de ciencia o una conferencia para niños, que las hay», remarca la pepinera.
Afrontando un extraño primer curso
Si para todos el primer curso de carrera es un compendio de cambios de todo tipo que debes aprender a afrontar, este año lo ha sido aún más para los miles de alumnos que se sentaban en una universidad por primera vez, como ha sido el caso de Celia. «Esto ha sido un completo caos, no hemos tenido horarios más o menos coherentes hasta la semana pasada. Ha habido profesores que han desaparecido y otros nos colocan clases en el mismo día que a veces nos coinciden con otras», explica frustrada, conocedora de la situación.
En medio de la incertidumbre sobre qué ocurrirá con el próximo curso, la pepinera se encuentra con un gran escollo: la falta de prácticas que le ayuden a fijar mejor los conocimientos de esta carrera. «No me preocupa tanto el nivel teórico sino los conocimientos prácticos, que son lo más importante. La gente de ciencias, y todo el mundo, aprende mejor haciéndolo y equivocándote, y nosotros no podemos». Un escollo que, seguro, será superado.