‘Seguimos en fase 0, señores’; Aroa Díaz

Llevaba unos días sin salir a la calle. La alergia, el trabajo, la pereza o todo el cocktail junto habían hecho que me quedara en casa sin gastar una sola de las mascarillas que esperaban aletargadas en la entrada de mi casa. Tal vez por eso me ha sorprendido tanto lo que he encontrado a la hora de salir a la calle.

Era martes por la mañana, las 9 de la mañana, una hora que tampoco es susceptible de ser demasiado temprano. Y no había apenas gente. “Hay que organizarse mejor”, pensé al recordar cómo se encontraba la plaza de mi barrio el día anterior a las 8 de la tarde. “Es la hora punta, hay gente de todo tipo aprovechando para dar ahora el paseo que no han dado por la mañana”, me comentaba mi padre.

Después de los primeros días en los que casi tenías que caminar por el asfalto para poder mantener la distancia de seguridad con las parejas que paseaban juntas aprovechando el buen tiempo mañanero, hoy podía pasear por la Avenida de Europa sola. Es una sensación extraña que parece que te lleva directamente a un paseo de domingo normal, solo con la diferencia de la mascarilla que tapa tu boca y tu nariz, y el gel hidroalcóholico es tu nuevo compañero de viaje.

A los pocos minutos de comenzar mi paseo comienzo a encontrarme los primeros runners, que por fin disfrutan de un circuito para ellos solos en uno de los parques que, por extensión, no pueden estar precintados. Sigo adelante y me cruzo con los primeros paseantes, acostumbrados a salir seguro antes de la cuarentena, mantienen su ritmo rápido y su mascarilla bien colocada. Pero cuando salgo del parque…

Imaginaos mi sorpresa cuando comienzo a ver gente mayor sin mascarilla, mujeres de cuarenta paseando junto a una compañera sin ningún tipo de protección, personas que lejos de intentar mantener la distancia de seguridad esperan a que te apartes tú… como hacían antes, vaya. Parece que nada hubiera cambiado. La gente me mira extrañada la mascarilla y las gafas de sol. Es como si una cosa excluyera la otra. No. Aunque se me empañen, aunque agobie la mascarilla, aunque se condense el aire y sudes… ¡es salud!

Señores, seguimos en la fase 0. Seguimos con mucho riesgo de contagio y Sanidad considera que no hay sistemas de seguimiento para contagiados ni equipos de protección para médicos como para poder pasar de fase. No hay un suministro garantizado de EPIS. Según el informe, nada garantiza que si volviéramos a salir y quedar con los amigos, no volviéramos a saturar las urgencias. ¿No os dais cuenta?

La cifra de contagiados no es algo que suba o baje porque el Gobierno de turno quiera. No. Es algo que nosotros controlamos. Cuando guardas la distancia, salvas vidas. Cuando llevas la mascarilla, salvas vidas. Solo nos piden que esperemos, guardemos las distancias, que no nos saltemos las normas, ¿es tanto pedir?

Parece mucho más hiriente cuando se trata de Leganés. El epicentro de la zona cero. La zona más castigada por el coronavirus con cerca de 2400 contagiados con PCR positiva (sin contar a los evaluados desde sus casas o quienes tienen síntomas compatibles pero no suficientemente fuertes como para someterse a la prueba). Se trata de más de 1400 contagiados por cada cien mil habitantes, es decir, uno de cada cien. La sexta parte del Estadio Butarque… que sepamos.

Han muerto “centenares de personas” según el Gobierno local, que no se atreve a dar cifras, las cuales pueden llegar al medio millar de personas. Y han muerto porque no había medidas para evitar los contagios. Ahora sí. Tenemos las herramientas para poder evitar contagios: distancia de seguridad y lavado constante de manos. ¿Cuántos salís de casa con gel hidroalcóholico y os laváis cada vez que tocáis algo de la calle? ¿Cuántos procuráis que vuestra mascarilla esté bien ajustada y no os la movéis mientras estéis fuera? ¿Cuántos respetáis los horarios de salida?

Aunque media España haya pasado de fase, nosotros no. Y no es un castigo, es una advertencia. Todo puede volver a repetirse, y si no estamos alerta, puede ocurrir más pronto que tarde.