Con motivo del Día Internacional de la Mujer, el Centro de Educación Ambiental de Polvoranca puso en valor el papel de la mujer en el medio rural. Ana María Rabadán de FADEMUR, participó en la charla-coloquio retransmitida a través de Teams, con el mejor emplazamiento: el huerto ecológico del CEA.
Este 7 de marzo de 2021, víspera de un extraño Día internacional de la Mujer en Madrid, hemos celebrado en el Centro de Educación Ambiental (CEA) del Parque de Polvoranca una interesante actividad desarrollada por la ponente Ana María Rabadán, de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR) y la técnico de medio ambiente del CEA, Paloma. La actividad de la mujer en entorno rural siempre ha sido esencial, y sobre ello ha girado esta ponencia a través de términos como la cotitularidad de las tierras en el medio rural, hoy en día de marcado carácter masculino, o la importancia de la calidad de los productos y la visibilidad del productor local frente la economía de escala.
Desde el CEA, nos comenta Paloma, que les ha parecido interesante poner en valor el papel de la mujer y la agricultura, basados en la explotación y la injusticia social, una dicotomía que reivindica y a la vez aporta soluciones para los problemas que se puedan plantear a día de hoy. «Hay que darle un toque femenino a la agricultura y al medio rural y ser conscientes que sin la mujer el medio rural no existiría». Desde este punto de vista más femenino hay otra visión, otra manera de relacionarse con la naturaleza y con el medio ambiente. Para poder dar este enfoque, “proactivo y pro-sitivo” han invitado a Ana María Rabadán de FADEMUR, que nos ha guiado durante una amena ponencia que ha arrojado luz sobre como se encuentra el medio rural y el papel de la mujer en el mismo.
Limitado el aforo a 6 personas por seguridad ante la COVID, el CEA retransmitió la charla creando el primer evento online del Centro, buscando así el mejor marco posible para esta actividad de corte cien por cien agrícola, no sólo se trata de trabajar la tierra, sino de trabajar y debatir acerca de la mejor manera de hacerlo. “Os damos la bienvenida a esta mañana soleada…”, arrancaba Paloma para hablar de la agricultura, que ha pasado de estar centrada en la tierra y el medioambiente a ser una de las actividades más contaminantes. Y es que ahora se encuentra en manos de las economías de escala, perjudicada por el exceso de monocultivos y agroquímicos, y que pone muy difícil salir adelante a los pequeños productores y productores locales.
Un primer paso hacia la igualdad
‘Mujeres rurales, mujeres plurales’, así comenzaba Ana la ponencia, “somos muchas con múltiples facetas y trabajamos en muchos planos, aunque se nos vea poco”. FADEMUR aglutina a 160 asociaciones que representan a más de 55.000 mujeres que viven y trabajan en el medio rural.
Las mujeres rurales, que desarrollaban labores agrícolas y ganaderas y las compaginaban con las del hogar, eran, sin embargo, invisibles desde el punto de vista de la titularidad; de estar representadas. Esto cambia tras la Ley de titularidad compartida de 2011, obligando a la mujer a figurar como titular del 50% de las tierras de su marido y haciéndolas por primera vez beneficiaras de una jubilación tras su actividad en la tierra. Esto las ha abierto las puertas a formación y ayudas, su trabajo es más visible, aparece recogido y por tanto hay una retribución. Actualmente sólo el 30% de las mujeres son titulares.
Está en tus manos
Pero ¿cómo podemos ayudar al medio rural en general y a sus mujeres en particular? Sin duda es una labor de cambio de concepto y manera de afrontar nuestra alimentación y ser más autocríticos con lo que consumimos, de ejercer el poder que tenemos como compradores para crear tendencias y dirigir los mercados, y no al revés, hacia un consumo de cercanía. Cuando se consumen productos de cercanía estamos apoyando a agricultores y agricultoras a producir productos de mayor calidad y que tienen menos impacto. “Cuanto más local, más de cercanía, mejor producto, mayor calidad y menor impacto ambiental, lo tiene todo” comentaba Ana.
Pero ante la pasividad de los consumidores, que se conforman con lo que dicta el mercado, hay que ser conscientes de las consecuencias que generan nuestras decisiones. Antes un 60% del total de los ingresos del hogar se destinaba a la alimentación, ahora ha pasado a un 20%, ¿en que nos estamos gastando esa diferencia que antes destinábamos a alimentarnos bien? ¿Cuánto cuesta dejar nuestra salud de lado? Y es que, con el actual manejo de los cultivos y las semillas, se está perdiendo la diversidad del 90% de las semillas porque estamos en mano de 4 o 5 multinacionales que nos dicen que semillas, como producir, que maquinaria y combustible. etc…
Se trata del choque de la economía de escala versus la de alcance, todo lo que es macro, acaba con el medio rural, tal como lo conocemos, para convertirlo en grandes extensiones que no dejan de ser sucursales de las grandes multinacionales. Vivimos en una economía de embudo donde estamos muy dirigidos a lo que hay que consumir, son los mismos productos, pero no tienen un valor nutricional demasiado bueno. Tenemos que ser conscientes, no dan duros a pesetas, cuando algo es más barato tienen un coste medioambiental directo. Si para el medio rural la economía de escala es un paso atrás, también lo es para el medio ambiente, se producen beneficios para la empresa que lo pone, pero a corto plazo, se industrializa, pero no se cuida el medio rural.
No es ecológico todo lo que reluce
Sin embargo se ha puesto de moda el tema rural, las grandes empresas, que se mueven por los llamados nichos de mercado y clientes potenciales, han visto la corriente que se ha generado, un nicho de producción ecológico, que ha desvirtuado el sello ecológico; ahora se está comercializando bajo este sello, pero quien produce de forma sostenible no lo puede comprar porque es muy caro para ponerlo en sus productos, mientras que una gran empresa se lo puede permitir sin problemas.
Nuestra responsabilidad es ver como se producen los alimentos que consumimos, que valor nutricional tienen y que impacto ambiental y de huella de carbono tiene, no dejarnos engañar por una etiqueta. Los mercados van al beneficio y su objetivo ni es la salud, ni el medioambiente, ni lo social, su objetivo es el económico y es lo que ponen en el centro. En cambio las mujeres del medio rural que ponen la vida en el centro, eso es lo que diferencia la forma de producir y también la forma de consumir. Hay que tomar conciencia de como hacer las cosas con sentido común. No consiste imponer un modelo sino ver de forma objetiva cada modelo y que convivan los dos.
Por un futuro ecológico y en femenino
El futuro rural tiene que ser en femenino, porque si no desaparecerá. Si las mujeres no encuentran oportunidades laborales y vitales en su pueblo lo abandonarán. En la ONU y la FAO, se hace explicito el apoyo a la mujer en el campo y la igualdad de oportunidades; “si las agricultoras tuviesen acceso a los recursos de la agricultura igual que los hombres el número de personas hambrientas se reduciría en 150M por su aumento de productividad”. Es un tema de género pues las mujeres reinvierten cerca del 90% de sus ganancias en los hogares. Una reinversión que se destina a actividades generadoras de ingresos, ayudando a romper el ciclo de la pobreza intergeneracional, las mujeres reinvierten en un bien común de la sociedad, y ponen a la familia en el centro.
Seamos conscientes de que la producción artesana no es necesariamente más cara, tiene un precio más justo. Es importante consumir productos de temporada y habrá menos diferencia en los precios. A veces los mercados venden a pérdidas para compensar beneficios en otros productos que nos van a colocar. No tiene por qué ser necesariamente más caro el consumo ecológico, pero exige cambiar tus hábitos de vida, tiempo para dedicarte a tu grupo de consumo, reuniones, contacto con las productoras, cuando pones la salud en el centro de tu vida y no lo económico, todo cambia. Puede ser más caro económicamente, pero desde otros valores y otros puntos de vista no lo es.