Estamos en ambiente de campaña electoral. O mejor dicho, de batalla electoral. Los ánimos se están caldeando poco a poco en una olla a presión y eso que quedan aún cinco meses (¡cinco meses!) para que nos llamen a las urnas.
Esto se ha notado en todos los foros políticos, incluido el Pleno de Leganés que ya venía cargado de críticas duras e incluso descalificaciones pero que ha escalado en las últimas sesiones.
Y lejos de escalar solo en las bancadas, se ha visto cómo se está trasladando el ambiente a las gradas donde algunos ‘hooligans’ de la política -a los cuales se les ha abierto la veda- no faltan a su cita para animar a su equipo, perdón, a su partido, «caiga quien caiga», pleno tras pleno. Con comentarios por lo bajo o a pleno pulmón ya que nada importa.
Bien los conocen las secciones sindicales del Ayuntamiento de Leganés que han tenido que tratar con ellos durante sus protestas en el Pleno. Y es que incluso han llegado a enfrentarse a los trabajadores -y a todos los colectivos que acuden a manifestarse- por defender sus derechos en el pleno y exigir mayor contratación.
Pero en este Pleno de enero me tocó personalmente.
En la grada se encontraban varios colectivos: la Comisión de Educación de Arroyo Culebro, en defensa de la dignidad en las residencias de mayores, Indigentes de Leganés y miembros de Coca-Cola en lucha. Y hooligans.
Los colectivos aplaudieron en varias ocasiones los discursos de algunos de los concejales, algo que los hoolingans afearon mandando callar. Eso sí, mientras en las bancadas se desarrollaba un ‘Sálvame’, en las gradas se comentaba con palomitas incluidas, hablando por encima de aquellos a los que no interesa escuchar. Y no dejando por tanto escuchar.
La situación era tal que tuvo un enfrentamiento (que algunos dirían unilateral) con la prensa:
– Cállese, luego dice.
– Yo no he dicho nada.
– Usted no calla…
– ¡¡Anda niña, no me hagas enfadar que ya verás!!
Un minuto después, el hooligan mantenía su actitud hablando por encima de todo el que no quería escuchar, y recordando a cada rato al resto el papel que habían recibido a la entrada con el artículo del ROM en el que se prohíbe hablar o manifestar agrado o desaprobación sobre los discursos de los concejales.
– Aplíquese el cuento.
– Anda déjame.
– Deje usted a la gente.
– ¡¡Anda cállate ya!!
En ambas ocasiones el alcalde y presidente del Pleno, encargado de llamar la atención a quien no cumple el ROM, lo escuchó. En ambas ocasiones el presidente del Pleno no hizo nada. En ambas ocasiones sonrió al hooligan.
Un enfrentamiento y una actitud que me impidió seguir con claridad el Pleno y hacer mi trabajo. Claro, que esto no pasaría si la prensa tuviera su propio espacio para acudir al Pleno sin tener que quitarle una silla a ningún vecino y sin tener que tratar con estas situaciones; pero esto es otro tema…
Queda claro que el Pleno no es el patio del colegio ni el salón de tu casa, pero que te dejarán que lo sea si a quien molestas, es al de enfrente.