El Estadio Butarque de Leganés ha vivido una tarde redonda. Después de unos partidos complicados, el CD Leganés de Borja Jiménez ha vuelto a reencontrarse con la victoria y de una manera espectacular. Equipo y afición han disfrutado al máximo de este encuentro que ha dejado los 3 puntos en casa.
Tras una primera parte sin goles y sin apenas datos reseñables sobre el césped, el CD Leganés se desquitó en el segundo tiempo. Aunque los gallegos salieron con fuerza para rematar lo poco que habían construido en los primeros 90 minutos, un fallo en un ataque hizo que los blanquiazules no perdonaran.
Ilaix Moriba tenía el balón pero perdió la posesión y los de Borja Jiménez corrieron como galgos en una contra que Diego García, con asistencia de Dani, supo definir para convertir en el primer gol del encuentro. Un gol que no solo hizo estallar a toda la afición pepinera que llenaba el Estadio Butarque, sino que despertó a los de Leganés.
El Celta parecía descolocado y muy inseguro, una situación que el CD Leganés supo aprovechar a la perfección. «Se puede. Es posible ganar», parece que pensaron los jugadores pepineros que se pusieron el cuchillo entre los dientes.
Otra contra sorprendió a los gallegos. En esta ocasión fue Miguel de la Fuente quien robó el balón, y desde el campo rival se lo llevó a su compañero, Darko Brasanac que fulminó con un tiro la portería gallega. Era el 2-0. Era el minuto 78 y aún había mucho que decir. Pero no fue el Celta el que habló.
Era el minuto 82 y Serio García hizo su magistral aparición. Después de haber salido ya entrad la primera parte y haber movido el juego, quiso participar de lleno. Tanto que, aprovechando un agujero en la defensa gallega llegó a centímetros de Guaita sin ser visto y, tras asistencia de Juan Cruz, cabeceó estrellando el esférico en la red.
«Ha sido increíble el partido, hemos podido volver a la victoria además en Leganés con la afición, necesitábamos sumar de 3 para salir de ahí abajo que nos habíamos metido. Queremos cumplir el objetivo y creemos que así va a ser», decía Miguel de la Fuente desde el césped.