La desaparición de Juan José Sánchez Barco, un joven de 32 años, en Leganés el 15 de enero de 1995 sigue siendo un misterio inquietante en la historia criminal reciente de Madrid. A punto de casarse con su novia, también de Leganés, Juanjo vivía una etapa llena de ilusión y estabilidad. Sin embargo, no llegó jamás a su compromiso, y las circunstancias indican que su ausencia no fue voluntaria.
Un paseo que nunca terminó
La mañana del 15 de enero, Juanjo salió de casa de sus padres, en la avenida de Mendiguchía Carriche, camino al piso que iba a compartir con su prometida en la calle del Sol. La distancia son apenas 800 metros. Iba a terminar asuntos de trabajo —empuñado por la inmobiliaria en la que trabajaba como administrativo contable— y encontrarse con su novia a las 14:00 en un bar cercano para comer. Pero nunca llegó.
Cuando la familia revisó el piso, todo estaba en su sitio: la cartera de Juanjo seguía en casa, igual que el resto de sus pertenencias. La puerta permanecía cerrada y no había señales de violencia. Su oficina tampoco aportó pistas. Nadie vio una discusión, ningún rastro de forcejeo, ningún indicio de un secuestro. Apenas llevaba unas 2.000 pesetas (12 €), lo que descarta un posible móvil económico. Su entorno, unido y cariñoso, descartó por completo que se hubiera ido por voluntad propia.
Última pista: ausente
Al día siguiente, el 16 de enero de 1995, el programa “¿Quién sabe dónde?” de TVE se hizo eco del caso. Una antigua compañera de trabajo llamó para contar que aquella misma mañana lo había visto en la calle del Sol. Según su testimonio, Juanjo estaba “raro, ausente” y no respondió a su saludo. Esa fue la última noticia fiable que se tuvo de él .
La sombra de la legalidad: declaración de fallecimiento
En 2006, once años después de la desaparición, uno de los hermanos de Juanjo solicitó su declaración de fallecimiento, amparado por la ley española que permite declarar muertos a desaparecidos tras más de una década de ausencia sin noticias. Desde ese momento, legalmente se le dio por muerto. Sin embargo, esta declaración no aportó respuestas ni certezas sobre su destino: no apareció su cuerpo, no hubo restos forenses, no se supo de restos ni de vestigios que cerraran el caso.
Un caso marcado por la ausencia y el enigma
Con una estatura cercana a los 1,85 m, complexión fuerte (95 kg) y una fisonomía fácil de reconocer, Juanjo difícilmente podría pasar inadvertido. Esto refuerza aún más el desconcierto: ¿cómo pudo desaparecer completamente en el corazón de Leganés sin dejar testigos ni señales?
Familiares mantienen la hipótesis de una amnesia repentina, posiblemente tras un golpe cerebral que habría comprometido su memoria y su orientación. Otros barajan la posibilidad de un evento fortuito —un accidente— con implicaciones más graves, o incluso un episodio de salud inesperado.
Treinta años de silencio
Han transcurrido más de tres décadas sin una resolución. El caso se guarda en los archivos policiales y judiciales como una desaparición sin rastro, el expediente de un hombre que salió de casa y nunca regresó. La sociedad de Leganés sigue impactada por la frialdad del suceso: un camino corto, una rutina diaria, y un final abrupto que nunca se aclaró.
En la memoria de una familia
Aunque la ley haya cerrado un capítulo administrativo, su ausencia permanece sin respuesta, sin cuerpo y sin conocer que paso con Juan José. Este caso conserva una fuerza perturbadora: un hombre que desaparece sin dejar rastro en el centro de una ciudad, a plena luz del día y sin señales de violencia ni sospechosos. El enigma sigue abierto, sin pistas nuevas y, sobre todo, sin cerrar para quienes todavía lo buscan en silencio.