Leganés en la literatura

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A lo largo de los años, Leganés ha sido emblemática, ya sea conocida por los pepinos que le hicieron tomar el gentilicio o por la Casa de Dementes Santa Isabel, con más de dos siglos de historia. La ciudad no ha pasado desapercibida en ningún caso, y ni mucho menos en la literatura.

Grandes poetas y escritores del siglo de oro como Luis de Góngora, pusieron el ojo en la ciudad. No es casualidad que hoy en día varias estatuas representen la figura de una agüadora, pues en un romance del año 1625, Góngora la describe esperando paciente a su enamorado:

“A la fuente va del olmo, /la rosa de Leganés, /Inesica la hortelana, /ya casi al anochecer. /La luna salir quería, /mas los dos soles de Inés /le dijeron a la luna /no tenía para qué.
A los tres caños llegó, /y su mano a todos tres/ correr les hizo el cristal /que ya les hizo correr. /Llenaba su cantarilla /y vaciábala después, /cantando, por no llorar, /la tardanza de Miguel: /Si viniese ahora, /ahora que estoy sola.
Hola, que no llega la ola. /Hola, que no quiere llegar.”

Tan célebre como Góngora es su rivalidad con Francisco de Quevedo, quien también puso el ojo en Leganés en cierta ocasión. En su novela El buscón, publicada en la primera mitad del siglo XVII, pero de la que se conocen manuscritos previos, menciona a Juan de Leganés, un vecino famoso por su memoria y su habilidad con los números. En las Relaciones topográficas de Felipe II se aclaran más datos: con el nombre de Juan Monje y conocido como Aticón, con 30 años se hizo ampliamente conocido porque aún sin saber leer ni escribir, no había ninguna regla aritmética que se le resistiera.

La locura de Leganés para Pérez Galdós

Otro famoso escritor -conocido por ser uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX- que menciona la ciudad, es Benito Pérez Galdós. En su famosa obra Fortunata y Jacinta (1887) narra: “Pues como dije, se iba calentando de tal modo los sesos, que se lo llegaba a creer. Y si aquello durara, sería tan loco como cualquiera de los que están en Leganés”. No es la única ocasión en la que menciona el lugar en relación con su fama por el Hospital Psiquiátrico. En Los duendes de la camarilla (1903), lo describe de esta manera: “-Por esa parte cae el pueblo; pero el cuartel está más arriba. Entre el cuartel y el pueblo hay unas casas muy grandes del duque de Medinaceli donde van a poner hospital de locos. -Casa de locos…-dijo Lucila- pues que sea grandecita, pues bien de gente hay que la ocupe…”. 

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Pero Galdós no solo conoce Leganés por este asunto, también por su riqueza. En Nazarín (1895) aparece nada más y nada menos que Polvoranca: “Bueno, ¿Hacia dónde dices que caminamos? – Hacia Polvoranca, que es mi pueblo, señor; y yo, la verdad no quisiera ir a mi tierra, donde tengo parientes, algunos en buena posición, y mi hermana está casada con el del fielato. No se crea usted que Polvoranca es cualquier cosa, que allá tenemos gente muy rica, y los hay con seis pares… de mulas, quiere decirse”.

Otro escritor ampliamente conocido en la ciudad es Blas de Otero, quien también tiene una estatua en la ciudad. En 1971 pasó unos meses en el psiquiátrico recuperándose de un problema de salud mental. Entonces escribió un soneto al que tituló “Aventando”, más tarde “A Leganés” y finalmente “El aire” como podemos ver en este fragmento: “A Leganés, el aire desenreda el pensamiento de los locos, las almas torturadas, el aire con las manos desviadas hacia la luz del monte. Es el momento de vivir, de vivir, vivir. Memento homo.”

Por último, otro ejemplo más reciente es el de Antonio Muñoz Molina en El jinete polaco, Premio Planeta en 1991. En una ocasión, el protagonista llega en transporte público para visitar a un pariente, teniendo una conversación con otro personaje en la que se indica la gran evolución de la ciudad: “Primo, no veas el dinero que ha hecho aquí la gente. Riéte tú de Don Juan March. ¿Has visto todos esos bloques de pisos? Pues hace nada eran huertas y no puedes figurarte los millones que les dieron a los hortelanos. Pero ve uno esas máquinas llevándoselo todo por delante y le da no sé qué”.

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