Salvador Amor y David Díaz presentaron el cancionero “Rojo” en La Libre de Barrio, Leganés con una gran puesta en escena.
En el 2010, Salvador Amor y Gabriel Ortega fundaron, entre otros muchos, el proyecto “Rojo Cancionero” pero no fue hasta diciembre del 2018 cuando grabaron el disco “Cancionero”, que es el que presentan en esta ocasión en La Libre de Barrio. Gabriel, en este caso no ha podido asistir, pero le sustituye David Díaz a la guitarra y los coros. La intención de este proyecto, que se materializa en este disco es de rescatar “esas canciones que no se escuchan, que no se difunden” porque “no interesa la voz del pueblo” reivindica Salvador. Es por ello por lo que se mueven en lo que denominan un “circuito paralelo”, que tiene que ver con transmitir esas canciones por y para el pueblo.
Salvador Amor nació en Madrid, residió en Fuenlabrada, más tarde se trasladó a Argentina y volvió de vuelta a España, a San Agustín de Guadalix. Es por ello que nos cuenta, como anécdota, que fue en un concierto por el Día mundial del refugiado donde por primera vez en mucho tiempo se vio como extranjero: le presentaron como cantautor argentino. Hila así su propia vida con la de su padre, Rafael Amor, que escribió el que considera un himno cuestionando la patria y el lugar de pertenencia: “no me llames extranjero porque haya viajado lejos”. Reflexiona de un modo poético y reivindicativo sobre la palabra: “los que venden nuestros sueños, ellos son los que inventaron esta palabra: extranjeros”.
Todo el concierto ejemplifica el motivo de su proyecto, con la máxima de transmitir la memoria y ser conscientes de la historia. Es por ello, que toma sentido que él, como un cantor más, interprete “Si se calle el cantor “de Horacio Guarany que sentencia que “si se calla el cantor, calla la vida”; en un contexto en el que nos habla también de otro gran referente que es su propio padre, que tuvo que exiliarse de Argentina en el 72 “por pensar, por cantar lo que pensaba”.
El sentimiento de libertad conquista al público
Nos arroja letras que nos evocan a la libertad, “Le regalé una paloma al hijo del carcelero, cuentan que la dejó ir sólo por verle el vuelo. Qué hermoso va a ser el mundo del hijo del carcelero” (Horacio Guarany). Con cada tema se va ganando a un público que conoce bien de lo que habla. Sabe cómo metérselo en el bolsillo y se mueve enérgico, entre cambios de ritmo y rasgueos potentes que surgen desde el muteado más leve. Entre esa potencia, se agradece que le dé su propio espacio a David Díaz, más calmado hasta el momento, mimetizándose en el conjunto y destacando de esta manera frente a la visceralidad de Salvador. Entre lo político “porque somos lo que fuimos, jamás olvidaremos a dónde vamos” y lo familiar, cantándole a su madre en un momento que advierten como altamente lacrimógeno. Así nos habla de María, de “izquierdas porque el hambre marca el mundo” y que “llora cuando no estoy a su lado y sonríe los domingos a las tres”.
Entre las letras de protesta, se esconde una poética que narra canciones que se articulan como cuadros. Salvador nos canta sobre su padre, e ironiza de aquél que no entiende que teniendo sus propias letras siga cantando las canciones de otros y lo muestra con un tema que describe una habitación como un símil de la vida del cantautor: “un desamor total en cada cosa, entre estas cuatro paredes alquiladas”.
Para ir acabando, al igual que empezaron el concierto con “Coplera de prisionero” de Guarany tal y como arranca su disco, van acabando con “Todo cambia” de Julio Numhauser, en otra muestra más de lo involucrado que se encuentra el público, que corea, a modo de mantra en situación de pregunta-respuesta “cambia, todo cambia”. Para poner el punto final, con un tema con el que no puede quedar ninguna duda que nadie se lo sepa, interpreta el conocidísimo “Hasta siempre, comandante” de Carlos Puebla, poniendo a la Libre de Barrio en pie.
