Asunción Lago, más conocida como Chon, ha vivido la militancia política desde niña. Una militancia que la llevó a ser de las primeras concejalas mujeres del Ayuntamiento de Leganés en 1979 y, ahora, activista feminista, animalista y por los derechos humanos. «Cuando mi padre salió tras ser condenado a muerte fue toda una alegría«, confiesa Chon quien recuerda que «en Madrid era el miedo, la oscuridad, el no poder salir, no saber quién estaba a tu lado, en quién podíamos confiar… Mi infancia fue muy política a pesar de que estaba en un colegio de monjas porque no había otro colegio».
Estudió Geografía e Historia en una universidad pública gracias a una beca, una época en la que se dio cuenta de que «no era la historia que había en los libros de mi biblioteca». Tras ello, conoció a su marido y con 21 años se casó: «él era un hombre muy libre y se lo agradecí muchísimo porque me dejó hacer lo que yo quería hacer, nunca se metió con lo que yo hacía, éramos los dos del PCE». «Ahora estoy en todos los sitios porque no me voy a quedar en casa, pero viendo que todo en lo que has creído, que has movilizado, no resulta, pero es lo que hay».
¿Cómo era estar en esa lucha siendo mujer?
Era muy complicado. Mi marido no decía nada, él trabajaba en la Talbot y estaba en CCOO pero había momentos complicados. Yo entré en el Ayuntamiento con el pequeño mamando y me ponía en el Pleno a dar de mamar. Isabel Espiga me decía que me tapara pero yo decía que por qué si las vacas no se cubren… Era difícil.
Mucha gente no entendía cómo podía estar en dos sitios, en la tienda y en la lucha. Entendían que lo bueno es criar a tus hijos aunque entre ellas incluso había quien trabajaba. Por suerte mi marido aguantó como un jabato.
¿Cómo recuerdas tu etapa en el Ayuntamiento?
Aquí hicimos lucha municipal que no llegó a ser lucha, llegamos a acuerdos con Ramón Espinar y su grupo. Creo que hicimos tanto tanto que nos quemamos. En la primera corporación fuimos ocho, en la segunda fuimos tres y de ahí no subimos más ni IU, ni PCE ni otros grupos progresistas. Yo estoy contenta de que los colegios me los curraba incluso a base de encierros. Pusimos Leganés un poco arriba.
Yo vivía en las Batallas y era una especie de desierto… urbanizamos, construimos colegios en esos ocho años a base de presiones por todos los lados. Aunque pienso que habría que haber hecho más casas de la cultura y haber mirado a la gente de verdad porque teníamos un gran electorado pero con poca cultura y eso muchas veces ha frenado cualquier movilización de todo.
Hay una gran desconexión ahora mismo con la política, sobre todo con la izquierda, entre los jóvenes…
Es un debate que existe desde siempre. Es muy difícil. A lo mejor eran las 11 de la noche y estábamos con un debate estéril sobre cómo llegar a la gente de la calle y se concluía que la gente era accesoria.
Creo que a los jóvenes les hemos educado superficialmente, no les hemos explicado las razones de porqué se hizo una ley de amnistía, porqué entró ETA, porqué podías salir a la calle y caer de un tiro en la cabeza… porque aquí hubo una guerra para romper con una forma democrática que fue una República que había creado unas expectativas. No se ha explicado bien. Hace tres años en un debate en el IES Churriguera me rebatían que Franco fuera un dictador. Es la falta de información que hemos tenido.
Existe resistencia tanto para enseñarlo como para recibirlo.
Claro. Quizá porque se educa y se enseña desde la trinchera, explicando lo que tú viviste, pero hay que escuchar también el otro lado de la trinchera. Yo conocí a un general de la rama izquierda de la Falange que incluso se reclamaba como republicano, y se podía hablar con él tranquilamente.
Esa resistencia a admitirlo es porque te cuentan cada uno su historia, y teníamos que escuchar las dos partes, es que eso que se hizo en el año 78 no fue real: fue un acuerdo de alturas pero en las bases no se recibió contrastando las opiniones. Esa discusión lleva al final a un encuentro.
¿Eso se daba en el Ayuntamiento de Leganés: esa discusión que llegaba a un encuentro?
No. Yo a Manuel Luaces le he querido muchísimo y le ha admirado enormemente porque saliendo de donde salía era un hombre de acuerdos, ni de trinchera ni de frontera. Pero con el resto, solo en los pocos minutos de los ruegos y preguntas en el Pleno confrontábamos de verdad.
Siempre se dice que el ambiente político va a peor, tú que lo has vivido, ¿es así?
Al principio llegabas a acuerdos porque teníamos necesidad de que Alianza Popular llegara a acuerdos y había reuniones para hablar, ahora veo que no hay reuniones de ningún tipo. No se habla. Yo creo que si avanzas es porque el grupo avanza pero si no avanza el grupo por mucho que plantees cosas es estéril porque no tiene razón de ser. Ese acercamiento no existe ahora. En su momento aunque estábamos enfrentadísimos, incluso entre nosotros mismos, sí que había ese acercamiento, nos reuníamos, ahora no.
Estos acuerdos no se llega ni siquiera entre la izquierda, se están abriendo brechas incluso entre los partidos
Hay más cosas que nos unen de las que nos separan pero creo que estamos muy escarmentados de lo que pasó en el Congreso, hay rencores de cómo se ha negociado y pretendido ningunear… eso hasta que no pase otras elecciones no se va a superar.
Pero no es nuevo…
No. La izquierda tiene egos personalistas muy grandes, y saltarlos o puentearlos es muy difícil. Mientras eso no se elimine, que va a ser muy difícil, no puede haber verdadera unidad porque cada cual mirará su propio estatus.
¿Cómo se podría recuperar en Leganés ese impulso de la izquierda para volver a esos ocho concejales?
Un proyecto bueno de gente… pero no tienes a nadie ahora mismo que guíe. Vemos a los chavales que todos se declaran de derechas, a lo mejor hay que llegar a esos chavales, a lo mejor el tema de decirles ideológicamente ‘esto no es’, no llega.
Comprendo que son ciclos y los ciclos son muy difíciles de parar. Pero yo que he vivido el peor ciclo no me gustaría que todo fuera para atrás. Por lo menos pueden hablar de lo que quieren y juntarse.
Las encuestas señalan que muchos jóvenes rechazan algunas de las luchas de la izquierda porque se sienten rechazados, como el feminismo o el LGTBI+… ¿Crees que ha podido haber sido la forma agresiva de reivindicar lo que les ha espantado?
Puede ser. Quizá el lenguaje no ha sido lo más apropiado aunque yo no puedo ser ecuánime… pero sí que he pensado que el lenguaje ha podido espantar al hombre normal. Mi hijo mayor me lo decía, que había un lenguaje agresivo que llegaba a la calle pero los acuerdos a los que se han llegado no. Y a lo mejor es verdad, que los acuerdos no se han visto.
Y hay cosas que se han llevado a la práctica de una forma torticera, retorciendo lo que realmente era el espíritu de la reivindicación.
¿Qué le dirías a los jóvenes que tienen inquietudes políticas pero que tienen desapego por lo que es la política ahora?
Yo les diría que creen grupos y se lo pasen bien, que queden para hablar del mal, del bien, de la política y de todo, que empiecen a confrontar ideas. Ahora mismo hay desafección entre todo el mundo.
He estado este verano en La Camocha, en Asturias, cuna de CCOO, y los propios militantes y activistas históricos están desencantados, ahí ha ganado el Foro Asturiano porque ninguno de ellos fue a votar, porque no están de acuerdo con lo poco que se está haciendo. Y los mayores ya no tienen inquietud para cambiar las cosas, tienen que ser los jóvenes, pero no podemos transmitirles esa desgana. Hay que crear grupos, hablar de todo, investigar, y saber qué es lo que quieren: si no es lo que quieres, muévete. Primero a nivel bajo, a nivel municipal haciendo escritos… y poco a poco se cambian las cosas.