La Comunidad de Madrid ha declarado la celebración de las Mayas como Bien de Interés Cultural, después de haber comenzado los trámites para su propuesta el pasado mes de julio. Un movimiento con el que se quiere proteger esta fiesta clave en la primavera que el barrio de Lavapiés, El Molar, Leganés y Colmenar Viejo, aún celebran anualmente.
En Leganés la Fiesta de las Mayas se celebra desde los años 90 en colaboración con las casas regionales de Salamanca, Castilla La Mancha, Andalucía y Extremadura, que decidió adoptar la Maya colmenareña como referente estético e iconográfico. Cada año, en conjunto con las celebraciones en conmemoración del 2 de mayo, se celebran en la Plaza Mayor.
La Comunidad justifica que esta fiesta «es una práctica singular y representativa que otorga protagonismo a las niñas y mujeres, y que genera y potencia los grupos sociales. Asimismo, facilita y estimula la integración social y fortalece los vínculos identitarios locales«, puesto que supone «un reservorio del patrimonio textil y del oficio de bordadora, así como del conocimiento sobre costura y patronaje y el desarrollo de sus habilidades técnicas».
Además, el Gobierno regional alega que, aunque se trata de una fiesta recuperada, la fiesta de las Mayas está consolidada en las poblaciones madrileñas en las que se celebra. «Hay numerosos datos de una tradición largamente asentada en Madrid al menos desde el siglo XVI, por lo que previsiblemente su continuidad no peligra», asegura la disposición.
Origen de la fiesta de las Mayas
El icono de la Maya es un símbolo de gran arraigo en todo el continente europeo y gran profundidad histórica. Las primeras referencias en castellano a las Mayas se encuentran en las cantigas de Alfonso X El Sabio (Toledo, 1221–Sevilla, 1284) y aluden a los cantos propios del mes de mayo. Durante el siglo XVI se constata que se trataría de una celebración muy antigua, quizá de procedencia romana.
En los siglos XVI y XVII las Mayas eran fiestas muy extendidas, y fueron de especial interés por parte de poetas y dramaturgos. Entre los autores que las mencionan destacan especialmente Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca.
La Alcaldía de Madrid las prohibió a finales del siglo XVII por los desórdenes que se generaban en ellas, pero siguieron adelante, aunque más tarde dejaron de hacerse. De hecho, las versiones actuales, que se recogen desde mediados del siglo XX, son fundamentalmente recuperaciones.
La celebración comprende elementos que la configuran como un hecho cultural de indudable valor. Por otra parte, da lugar a expresiones de notable importancia estética. Es un reservorio del patrimonio textil y del oficio de bordadora y contribuye a la difusión y mantenimiento de la cultura tradicional.