Una veintena de personas sobrevive a la intemperie en plena campaña de frĂo en LeganĂ©s. La no disponibilidad de un albergue les obliga a sobrevivir a las heladas de los Ășltimos dĂas en condiciones infrahumanas. âEn esas circunstancias ya no quieres vivirâ, cuentan quienes han pasado por ello.
Cuando la falta de recursos hace mella, cuando el paro castiga de forma prolongada, cuando el precio de la vivienda ahoga, cuando los problemas familiares o la falta de ellos se lleva los apoyos, cuando la exclusiĂłn social deja de ser un simple riesgo, etc., la calle deja de considerarse un lugar de paso. En LeganĂ©s, una veintena de residentes no disponen de un techo bajo el que pasar la noche y sus condiciones, desde que el albergue y el centro de dĂa de la Cruz Roja cerraran sus puertas, se convierten en crĂticas durante el invierno.
«Era una cosa muy buena, habĂa 25 camas y se llenaban las 25 camas de la gente que hay en la calle, y luego cuando acababa la campaña de frĂo estaba el centro de dĂa. AhĂ he ido yo cuando estaba en la calle para ducharme, lavar la ropa, estar allĂ viendo la tele durante el dĂaâŠÂ», relata a LeganĂ©s Activo Javier, que tuvo que sufrir en sus carnes la indigencia durante años y que ahora sigue luchando por una soluciĂłn para sus antiguos vecinos, con quienes ya han forjado estrechos lazos de amistad. Pese a haber encontrado una habitaciĂłn en la que vivir, el temor de una posible vuelta sigue vigente ante la amenaza de la Ășltima prestaciĂłn por desempleo que percibirĂĄ en un mes y la incĂłgnita de una ayuda solicitada para mayores de 52 años. «Si no me la diesen, tendrĂa que volver otra vez a la calle», admite, a sus 59.
De sus dos inviernos haciendo vida en una tienda de campaña, Javier rescata que âtienes que tener mucha fuerza de voluntad para no caer en el alcohol o en las drogasâ y da gracias a Dios por haberlo esquivado. «Ha habido Ă©pocas en las que la gente tenĂa que calentar el vino para poder calentarse porque dos âbricksâ de vino te costaban lo mismo que un café«, recuerda, insistiendo en que muchos de los sintecho «son personas enfermas» y el alcoholismo se ha convertido en parte de ellos a la fuerza.
«En esas circunstancias ya no quieres vivir»
La situaciĂłn de Carmen, que tambiĂ©n ha encontrado cuatro paredes en las que asentarse tras tiempos de penurias, guarda similitudes. Su contrato de trabajo expira en unos dĂas y permanecer en su habitaciĂłn actual o no dependerĂĄ de los dĂas que tarde en cobrar el paro o la Renta MĂnima de InserciĂłn (RMI). «DespuĂ©s de este trabajo no sĂ© si voy a conseguir otro, pero a la calle no quiero volver porque se pasa muy mal, y mĂĄs una mujer«, explica en su entrevista con LeganĂ©s Activo, antes de poner en valor la dureza psicolĂłgica que supone.
«Yo me he rendido muchas veces. Es muy duro estar en la calle y no poder dormir, que te pasen las ratas, el frĂo⊠muchas veces te rindes y piensas que ya no quieres vivir. En esas circunstancias ya no quieres vivir«, reconoce, mientras trata de agotar sus opciones para no regresar a dormir «en los soportales, en los cajeros o en chabolas».
La supervivencia en los asentamientos
El dĂa a dĂa en los asentamientos de los indigentes de LeganĂ©s no es ni mucho menos compatible con las recomendaciones del Servicio Madrileño de Salud para hacer frente al frĂo intenso. Las personas instaladas en los terrenos de la Calle del Cobre, frente al Polideportivo Olimpia, han querido mostrar sus condiciones entre la maleza, cartones y demĂĄs deshechos de basura. Los mĂĄs mañosos han conseguido construirse sus propias chozas con instalaciones elĂ©ctricas con los restos de materiales que han ido encontrando.
En este escenario, la gente tira de inventos e improvisaciĂłn. Las tuberĂas que sobresalen se convierten en una fuente de agua cuando llueve, el fuego es el Ășnico medio para derretir los bloques de hielo que se forman en las garrafas, los perros se convierten en los mejores aliados para luchar contra las ratas y el calor es la Ășnica soluciĂłn para descongelar la ropa tendida. «Es muy duro, hace mucho frĂo y, por mucha ropa que tengas, la humedad que hace se acaba metiendo en las mantas y en el cuerpo», comenta Javier sobre su experiencia en este mismo lugar, apuntando ademĂĄs que despuĂ©s de ello necesitĂł mĂĄs de un año para superar sus dolores de huesos.
Abdul, uno de los actuales residentes en estas chabolas, lamenta la situaciĂłn lĂmite que estĂĄ sufriendo esta Ășltima ola de frĂo. «La otra noche me querĂa morir. Estaba intentando dormir, todo estaba helado, la perra se quejaba y me entraron ganas de morirme aquĂ mismo», exponĂa, antes de poner rumbo al comedor social Paquita Gallego que entre semana ofrece un sustento alimentario a los mĂĄs desfavorecidos de LeganĂ©s. Tal es la dependencia al centro que su cierre en verano pone en jaque a quienes dependen de Ă©l.
Una vez recurres a la calle, los indigentes y antiguos sintecho denuncian las dificultades para salir encontrando empleo se multiplican. La escasez de recursos para mantener la higiene personal, ropa limpia o superar las enfermedades o adicciones contraĂdas son lastres que se acumulan en la mochila.
Los Plenos, puntos de movilizaciĂłn
Desde el pasado verano, miembros que defienden al colectivo de personas sin hogar son fijos en los Plenos del Ayuntamiento de Leganés y en mås de una ocasión han provocado su suspensión debido a sus protestas. Vicente, uno de los habituales y asentado antiguamente junto al puente de Simago, hace hincapié: «No queremos caridad, queremos nuestros derechos como ciudadanos de Leganés».
Para ellos, el acondicionamiento del albergue para estas las noches es indispensable y enfatizan que seguirån reclamåndolo aunque la fase mås dura del invierno ya haya llegado. «Ya han querido ir y abrir a la fuerza y meterse, porque cuando llueve y hace frio la gente quiere un refugio», asegura Javier, que también se plantea esa opción antes que dormir a la intemperie nuevamente.
Sus quejas pusieron sobre la mesa la problemĂĄtica y el Gobierno Local, que no ha reabierto el centro por asuntos administrativos, pero ha iniciado un programa de reinserciĂłn social como alternativa. Esta soluciĂłn, sin embargo, no ha satisfecho las exigencias de los manifestantes, que evidencian que este plan solamente abarca la coyuntura de un pequeño nĂșmero de indigentes mientras la mayorĂa ya ha pasado las Navidades sin un techo bajo el que resguardarse de la meteorologĂa adversa. Cuando la calle es tu Ășnico albergue, los dĂas a la espera pueden ser vitales.